por Alejandro Ramón Arias
•
10 de julio de 2025
En el mundo organizacional actual, donde la complejidad de las operaciones y la presión por resultados van en aumento, hablar de gestión de riesgos ya no es una opción: es una necesidad. Sin embargo, a pesar del avance en normativas, sistemas de gestión y buenas prácticas, los eventos no deseados siguen ocurriendo. La pregunta que surge es: ¿por qué? La respuesta no es tan simple como seguir un procedimiento o aplicar un checklist. El reto está en comprender cómo las personas perciben el riesgo, cómo esa percepción influye en sus decisiones, y cómo esa suma de decisiones impacta el desempeño global en seguridad. Más allá del cumplimiento: cultura, liderazgo y valor Muchas organizaciones han enfocado sus esfuerzos en el cumplimiento normativo como forma principal de gestionar la seguridad. Pero cumplir no siempre significa transformar. En algunos casos, la seguridad sigue viéndose como un conjunto de reglas externas, impuestas desde fuera, y no como una decisión estratégica que parte del liderazgo y se vive en la cultura diaria. Esto genera una desconexión: la cultura que se declara no siempre es la que se practica. Las reglas pueden existir, pero si no son claras, comprendidas ni reforzadas, pierden efectividad. La percepción no es universal: es situacional y personal Cada colaborador interpreta los riesgos desde su experiencia, creencias, emociones y conocimiento. Factores como la rutina, la presión operativa o incluso el diseño del trabajo pueden influir en que una situación peligrosa no sea percibida como tal. Esto explica por qué dos personas ante el mismo escenario pueden actuar de forma completamente distinta. Además, los riesgos no se administran igual: los relacionados con tareas, con maquinaria o con procesos tienen dinámicas distintas, y requieren enfoques diferenciados. La gestión efectiva parte de saber observar, clasificar y priorizar. El liderazgo también percibe (o no) el riesgo Una de las claves para evolucionar en la seguridad es el impacto del liderazgo. No basta con estar informados: los líderes deben actuar como agentes de transformación. ¿Reconocen que la percepción del riesgo es un tema estratégico? ¿Están generando un entorno donde las personas se sienten responsables, pero también respaldadas? ¿Hay rendición de cuentas real (“accountability”) o solo se reacciona ante incidentes? Estas preguntas son esenciales para dejar atrás modelos centrados en el control y pasar a modelos interdependientes, donde la seguridad se construye entre todos, de forma consciente y compartida. Seguridad como inversión preventiva, no como costo reactivo Gestionar la percepción del riesgo es, en el fondo, una inversión inteligente. Es anticiparse a lo que puede fallar, reducir pérdidas invisibles y fortalecer el compromiso de las personas con su entorno. Invertir con sentido preventivo implica desarrollar habilidades, adaptar procesos, revisar creencias y transformar culturas. Las organizaciones que deciden hacerlo no solo disminuyen incidentes: aumentan su capacidad de adaptarse, crecer y generar confianza.